La relación con la madre...


¿Cómo se origina nuestra relación con nuestra madre? Se origina con el corazón. En el instante en que nuestro corazón comenzó a latir en su regazo, se sintonizó con el latido de su corazón, con el mismo ritmo; tantos meses en la misma sintonía, en la misma vibración de su corazón y con su calor de corazón, y luego nacimos: con dolores tanto para nosotros como para ella, fuimos dados a luz.

Y durante el alumbramiento, por los dolores al empujar, que fue su decisión de separación, fuimos preparados para la vida fuera de su vientre, porque fuera de ella ya no es suficiente con tener el corazón con el mismo ritmo al latir. Por esa presión intensiva durante el parto, nuestra piel y terminales nerviosas, fueron preparadas para la vida de afuera, más allá del latido que nos unía.

Pueden sintonizarse con ese movimiento de unión y luego de separación, más allá de la piel, en la vida. Fuera es donde retomamos ese contacto de piel a piel, mientras nos acurrucamos en sus brazos. Una criatura necesita al menos durante el primer año de vida el contacto íntimo con el latido de su mamá y a través de ese contacto íntimo y continuo el niño puede preparar su corazón para lo que le pase en la vida.

Para muchos hay una separación temprana de mamá, una separación de su latido de corazón y de su calidez. Y ¿qué sucede entonces a estas personas en la vida? Su corazón se mantiene subdesarrollado.

¿Qué significa esto? Se le hace difícil abrir su corazón. Se le hace difícil vibrar con el corazón de otros seres humanos. Porque esa preparación de sintonizarse y vibrar con otro corazón fue interrumpida.

Muchas personas la buscan luego en otras relaciones, ante todo en la relación de pareja. Intentan reponer lo que anteriormente les fue negado, pero sólo lo logran con mucha dificultad.

Todos nosotros tenemos la misma experiencia de origen.
La de latir al unísono corazón con corazón, con el corazón de mamá. Así, aún si se produjo una interrupción, la memoria de base aún está presente en nosotros.
Y ahora regresamos a esa experiencia de origen.
Sentimos como late el corazón al unísono.
De ella hacia nosotros, de nosotros hacia ella.

Vivenciamos esa memoria, nos dejamos llevar por ella, hacia la vida, más allá del vientre de mamá y sea lo que fuere lo que ahí sucedió, incluyendo la experiencia dolorosa, nos dejamos llevar por la memoria a través de esa experiencia de sufrimiento. Nos dejamos llevar hacia la sanación y lo superamos a través de estos recuerdos y nos enriquecemos a través de ésta experiencia.

Y ahora escuchamos y ponemos atención al latido de la madre y vibramos con ella, en la misma sintonía, con amor profundo. Amor y vida son aquí lo mismo, éste amor es vida. Y solo vivimos gracias a ese amor y sentimos como de pronto nuestro corazón se abre y amplia, se torna cálido, cómo rebosa de amor, de ese amor que proviene de mamá.

Y ahora contemplamos a una pareja con ese amor. Con ese calor de corazón, con ese corazón abierto. Y permitimos que nuestro corazón vibre al unísono con el otro corazón. En la misma dirección de vida. Y vamos y salvamos esa calidad primaria, ese vibrar al unísono, primario. Lo llevamos hasta nuestro presente.

Si nos encontramos con alguien que a temprana edad fue separado de su madre, por algún motivo u otro y sí sentimos que espera algo de nosotros, algo que sólo lo puede dar la madre, por ejemplo, en una relación de pareja…

Ustedes saben de su pareja, o de otro ser humano que está cerca. Saben que esta persona se siente separada de su madre y tal vez la rechaza o le hace reproches. Sabemos que al mismo tiempo ese ser humano vibra al unísono con su madre. ¿Cómo le podemos ayudar? ¿Ayudar con amor?

Nos sintonizamos con el latido del corazón de su madre. En esa sintonización que él está esperando. Nosotros vibramos con el latido del corazón de su mamá. Con la calidez de su corazón y le dejamos sentir a él como vibramos en sintonía con su madre… pero sin decir palabra alguna, lo hacemos de forma secreta y nos alegramos por las sorpresas que de pronto se dan….y nos sorprenden. Porque entonces son tres los corazones que laten conjuntamente y tal vez hasta cuatro.

Bert Hellinger.

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